El veterano periodista de Fox Business en EE. UU., Charles Gasparino, ha revelado que Wall Street y el sector empresarial estadounidense han lanzado un “último intento”, advirtiendo enérgicamente a Trump para que no nomine al actual director del Consejo Nacional de Economía, Kevin Hassett, como próximo presidente de la Reserva Federal. El mercado interpretaría esto como una “intervención política”, lo que elevaría las expectativas de inflación y provocaría un aumento vertiginoso en el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años, lastrando la economía estadounidense en 2026.
Dos grandes riesgos letales de la llegada de Hassett
Gasparino detalla en su publicación los argumentos centrales de los opositores. El primer gran riesgo es el colapso de la credibilidad de la Reserva Federal. Debido a su prolongada labor como asesor político y económico de Trump, Hassett ya es visto como el “portavoz de la Casa Blanca”. Si él tomara el timón de la Reserva Federal, dañaría gravemente la credibilidad de la institución tanto entre sus empleados como en los mercados financieros, justo cuando el mercado espera que el presidente de la Fed mantenga un cierto grado de independencia.
La independencia de la Reserva Federal es la piedra angular de la credibilidad de la política monetaria estadounidense. Desde la firma del “Acuerdo Tesoro-Fed” en 1951, la Fed ha gozado de una posición independiente respecto al Ejecutivo, lo que le permite fijar la política de tipos de interés en base a datos económicos y no a presiones políticas. Esta independencia ha cimentado la reputación del dólar y de los bonos del Tesoro en los mercados financieros globales. Si el nuevo presidente de la Fed es percibido ampliamente como un subordinado político del presidente, esa reputación se verá fundamentalmente debilitada.
La confianza del personal interno de la Fed es igualmente clave. El sistema de la Reserva Federal cuenta con cientos de economistas e investigadores en políticas públicas, cuyo análisis profesional es la base para la toma de decisiones de política monetaria. Si los empleados internos piensan que el presidente solo ejecuta la voluntad de la Casa Blanca y no actúa con lógica económica, tanto la moral como la calidad de las decisiones se verán afectadas. Esta confusión interna podría conducir a señales de política inconsistentes y aumentar la incertidumbre en el mercado.
El segundo gran riesgo es la pérdida de control sobre los tipos de interés a largo plazo, lo que provocaría una desaceleración económica. Gasparino añade que el mercado teme que, si Hassett impulsa fuertes bajadas de tipos antes de que la inflación esté completamente controlada, esto se interpretará como “intervención política” y avivará las expectativas de inflación. Una vez asentada esta expectativa, los inversores en bonos exigirán una mayor compensación en los tipos, lo que hará que el rendimiento de los bonos a 10 años se dispare.
Doble vía de riesgo por la llegada de Hassett
Riesgo de colapso de la credibilidad: El presidente de la Fed es percibido como portavoz de la Casa Blanca, las decisiones internas se tornan caóticas y la confianza del mercado se erosiona.
Riesgo de pérdida de control sobre los tipos a largo plazo: La bajada de tipos por motivos políticos genera expectativas de inflación, el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años se dispara, aumentan los costes de hipotecas y préstamos al consumo, y la economía estadounidense se ralentiza en 2026.
Si el pánico inflacionista lleva a un aumento en el rendimiento de los bonos a 10 años y, a su vez, eleva los costes de hipotecas y préstamos al consumo, esto terminaría lastrando la economía estadounidense antes de las elecciones legislativas intermedias de 2026. Este escenario sería un desastre político para Trump, ya que el desempeño económico impacta directamente en el resultado de las elecciones intermedias. Si la economía se ralentiza en 2026, los votantes podrían culpar a Trump por sus nombramientos.
Gasparino subraya que estos actores internos saben que Trump “probablemente ignorará por completo las advertencias”, pero aun así han decidido manifestarse en el último momento. Este acto de advertir a sabiendas de que podría ser en vano demuestra que la preocupación de Wall Street por el nombramiento de Hassett ha alcanzado su punto máximo.
El dilema de Trump con la elección del presidente de la Reserva Federal
Este post llega en un momento clave en el que Trump está impulsando activamente la selección del próximo presidente de la Reserva Federal. El mandato del actual presidente, Jerome Powell, expira en mayo de 2026, pero Trump ya ha criticado públicamente en varias ocasiones a Powell por “bajar los tipos demasiado lento y ser demasiado conservador”, llegando incluso a llamarlo “idiota”. Trump quiere que el nuevo presidente de la Fed apoye su política, reduzca drásticamente los tipos para fomentar el empleo, abarate las hipotecas y cree un entorno monetario laxo para las agendas de aranceles y bajadas de impuestos bajo el lema “EE. UU. primero”.
Según las últimas novedades, Trump ya declaró el 2 de diciembre que “ya tiene una decisión” en mente, pero el anuncio oficial se ha retrasado de “antes de Navidad” a “principios de 2026”. Este retraso podría reflejar una reevaluación de los candidatos tras las advertencias de Wall Street. Actualmente, los cinco candidatos más destacados según el mercado y las plataformas de predicción son: Kevin Hassett, Kevin Warsh, Christopher Waller, Michelle Bowman y Rick Rieder, responsable de renta fija de BlackRock.
Aunque Hassett es el que más confianza genera en Trump, también es el más polémico. Durante el primer mandato de Trump fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y ahora dirige el Consejo Nacional de Economía, siendo el principal asesor de Trump en política económica. Esta relación tan estrecha lleva a Trump a confiar en que Hassett implementará fielmente su visión sobre la política monetaria, pero es precisamente este vínculo el que hace temer al mercado por la pérdida de la independencia de la Reserva Federal.
Kevin Warsh es considerado por el mercado una alternativa más aceptable. Warsh fue gobernador de la Fed entre 2006 y 2011, participó en la gestión de la crisis financiera de 2008 y cuenta con una gran experiencia en bancos centrales. Tras dejar la Fed, ha criticado las políticas monetarias excesivamente acomodaticias, una postura hawkish que tranquiliza a los mercados. Sin embargo, su relación con Trump es escasa, lo que podría reducir las posibilidades de ser elegido.
Christopher Waller es actualmente gobernador de la Reserva Federal y posee una sólida formación académica y experiencia en política monetaria. Su ventaja es que ya trabaja dentro del sistema de la Fed y conoce los procesos internos. Sin embargo, su perfil es más discreto y menos conocido públicamente, lo que podría restar atractivo a ojos de Trump.
Efecto dominó del aumento de los tipos a largo plazo en la economía estadounidense
Las preocupaciones del mercado respecto a Hassett no son infundadas. Si el presidente de la Fed es percibido como un nombramiento político, el mercado de bonos exigirá una prima de riesgo mayor. El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años es la referencia para el sistema financiero global, influyendo en el coste de financiación de hipotecas y préstamos empresariales. Si este rendimiento se dispara por expectativas de inflación o por pérdida de confianza en la política, toda la economía estadounidense se verá afectada.
El mercado hipotecario sería el primero en sufrir. El interés de las hipotecas a 30 años en EE. UU. suele situarse entre 150 y 200 puntos básicos por encima del bono a 10 años. Si el rendimiento a 10 años sube del actual 4,2% al 5,5%, los tipos hipotecarios pueden superar el 7%, lo que golpearía duramente al sector inmobiliario. Las cuotas mensuales de los consumidores se encarecerían, la demanda de vivienda caería y la construcción y sectores afines entrarían en recesión.
El coste de financiación de las empresas también crecería. La rentabilidad de los bonos corporativos estadounidenses está estrechamente vinculada al rendimiento de los bonos del Tesoro; si los tipos de referencia suben, el coste de endeudamiento empresarial aumentará, reduciendo beneficios e inversión. Este efecto contractivo es especialmente peligroso en una fase de recuperación económica, ya que puede llevar a la economía estadounidense a la estanflación o incluso a la recesión.
Para Trump, las elecciones legislativas de 2026 son una consideración clave. Si a principios de 2026 la economía se ralentiza por el aumento de los tipos, el paro sube, los precios de la vivienda caen y el consumo se resiente, estos factores impactarán directamente en el apoyo a los republicanos. Históricamente, el partido en el poder suele afrontar dificultades en las elecciones intermedias y, si la economía va mal, la desventaja será aún mayor. Por tanto, la advertencia de Wall Street es tanto una cuestión económica como una estrategia política.
Cualidades que espera el mercado en el presidente de la Reserva Federal
El reportaje de Gasparino revela lo que el mercado espera del próximo presidente de la Fed. Primero, credibilidad profesional: el candidato debe tener un sólido bagaje en política monetaria y prestigio académico, capaz de convencer al equipo de economistas internos de la Fed. Segundo, capacidad de comunicación con el mercado: cada palabra del presidente de la Fed es analizada por los mercados globales, por lo que debe transmitir claramente la intención de la política sin provocar volatilidad innecesaria.
En tercer lugar, independencia política, el punto más controvertido. El mercado espera que el presidente de la Fed tome decisiones basadas en datos económicos y no ceda ante la presión de la Casa Blanca. Sin embargo, la independencia total es difícil de conseguir en la práctica, ya que el presidente de la Fed es nominado por el presidente y confirmado por el Senado, por lo que el nombramiento es de por sí político. La clave está en si el nuevo presidente será capaz de mostrar suficiente criterio independiente tras asumir el cargo, y no limitarse a ejecutar la voluntad presidencial.
A la luz de estos criterios, las carencias de Hassett son evidentes. Aunque posee un doctorado en economía y experiencia en think tanks, su papel como asesor político de Trump compromete su independencia. Por el contrario, la experiencia de Warsh y Waller en la Reserva Federal les otorga mayor confianza tanto interna como en los mercados.
Ver originales
Esta página puede contener contenido de terceros, que se proporciona únicamente con fines informativos (sin garantías ni declaraciones) y no debe considerarse como un respaldo por parte de Gate a las opiniones expresadas ni como asesoramiento financiero o profesional. Consulte el Descargo de responsabilidad para obtener más detalles.
Wall Street advierte a Trump: no elijas a Hassett como presidente de la Reserva Federal, la economía de EE. UU. podría colapsar
El veterano periodista de Fox Business en EE. UU., Charles Gasparino, ha revelado que Wall Street y el sector empresarial estadounidense han lanzado un “último intento”, advirtiendo enérgicamente a Trump para que no nomine al actual director del Consejo Nacional de Economía, Kevin Hassett, como próximo presidente de la Reserva Federal. El mercado interpretaría esto como una “intervención política”, lo que elevaría las expectativas de inflación y provocaría un aumento vertiginoso en el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años, lastrando la economía estadounidense en 2026.
Dos grandes riesgos letales de la llegada de Hassett
Gasparino detalla en su publicación los argumentos centrales de los opositores. El primer gran riesgo es el colapso de la credibilidad de la Reserva Federal. Debido a su prolongada labor como asesor político y económico de Trump, Hassett ya es visto como el “portavoz de la Casa Blanca”. Si él tomara el timón de la Reserva Federal, dañaría gravemente la credibilidad de la institución tanto entre sus empleados como en los mercados financieros, justo cuando el mercado espera que el presidente de la Fed mantenga un cierto grado de independencia.
La independencia de la Reserva Federal es la piedra angular de la credibilidad de la política monetaria estadounidense. Desde la firma del “Acuerdo Tesoro-Fed” en 1951, la Fed ha gozado de una posición independiente respecto al Ejecutivo, lo que le permite fijar la política de tipos de interés en base a datos económicos y no a presiones políticas. Esta independencia ha cimentado la reputación del dólar y de los bonos del Tesoro en los mercados financieros globales. Si el nuevo presidente de la Fed es percibido ampliamente como un subordinado político del presidente, esa reputación se verá fundamentalmente debilitada.
La confianza del personal interno de la Fed es igualmente clave. El sistema de la Reserva Federal cuenta con cientos de economistas e investigadores en políticas públicas, cuyo análisis profesional es la base para la toma de decisiones de política monetaria. Si los empleados internos piensan que el presidente solo ejecuta la voluntad de la Casa Blanca y no actúa con lógica económica, tanto la moral como la calidad de las decisiones se verán afectadas. Esta confusión interna podría conducir a señales de política inconsistentes y aumentar la incertidumbre en el mercado.
El segundo gran riesgo es la pérdida de control sobre los tipos de interés a largo plazo, lo que provocaría una desaceleración económica. Gasparino añade que el mercado teme que, si Hassett impulsa fuertes bajadas de tipos antes de que la inflación esté completamente controlada, esto se interpretará como “intervención política” y avivará las expectativas de inflación. Una vez asentada esta expectativa, los inversores en bonos exigirán una mayor compensación en los tipos, lo que hará que el rendimiento de los bonos a 10 años se dispare.
Doble vía de riesgo por la llegada de Hassett
Riesgo de colapso de la credibilidad: El presidente de la Fed es percibido como portavoz de la Casa Blanca, las decisiones internas se tornan caóticas y la confianza del mercado se erosiona.
Riesgo de pérdida de control sobre los tipos a largo plazo: La bajada de tipos por motivos políticos genera expectativas de inflación, el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años se dispara, aumentan los costes de hipotecas y préstamos al consumo, y la economía estadounidense se ralentiza en 2026.
Si el pánico inflacionista lleva a un aumento en el rendimiento de los bonos a 10 años y, a su vez, eleva los costes de hipotecas y préstamos al consumo, esto terminaría lastrando la economía estadounidense antes de las elecciones legislativas intermedias de 2026. Este escenario sería un desastre político para Trump, ya que el desempeño económico impacta directamente en el resultado de las elecciones intermedias. Si la economía se ralentiza en 2026, los votantes podrían culpar a Trump por sus nombramientos.
Gasparino subraya que estos actores internos saben que Trump “probablemente ignorará por completo las advertencias”, pero aun así han decidido manifestarse en el último momento. Este acto de advertir a sabiendas de que podría ser en vano demuestra que la preocupación de Wall Street por el nombramiento de Hassett ha alcanzado su punto máximo.
El dilema de Trump con la elección del presidente de la Reserva Federal
Este post llega en un momento clave en el que Trump está impulsando activamente la selección del próximo presidente de la Reserva Federal. El mandato del actual presidente, Jerome Powell, expira en mayo de 2026, pero Trump ya ha criticado públicamente en varias ocasiones a Powell por “bajar los tipos demasiado lento y ser demasiado conservador”, llegando incluso a llamarlo “idiota”. Trump quiere que el nuevo presidente de la Fed apoye su política, reduzca drásticamente los tipos para fomentar el empleo, abarate las hipotecas y cree un entorno monetario laxo para las agendas de aranceles y bajadas de impuestos bajo el lema “EE. UU. primero”.
Según las últimas novedades, Trump ya declaró el 2 de diciembre que “ya tiene una decisión” en mente, pero el anuncio oficial se ha retrasado de “antes de Navidad” a “principios de 2026”. Este retraso podría reflejar una reevaluación de los candidatos tras las advertencias de Wall Street. Actualmente, los cinco candidatos más destacados según el mercado y las plataformas de predicción son: Kevin Hassett, Kevin Warsh, Christopher Waller, Michelle Bowman y Rick Rieder, responsable de renta fija de BlackRock.
Aunque Hassett es el que más confianza genera en Trump, también es el más polémico. Durante el primer mandato de Trump fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y ahora dirige el Consejo Nacional de Economía, siendo el principal asesor de Trump en política económica. Esta relación tan estrecha lleva a Trump a confiar en que Hassett implementará fielmente su visión sobre la política monetaria, pero es precisamente este vínculo el que hace temer al mercado por la pérdida de la independencia de la Reserva Federal.
Kevin Warsh es considerado por el mercado una alternativa más aceptable. Warsh fue gobernador de la Fed entre 2006 y 2011, participó en la gestión de la crisis financiera de 2008 y cuenta con una gran experiencia en bancos centrales. Tras dejar la Fed, ha criticado las políticas monetarias excesivamente acomodaticias, una postura hawkish que tranquiliza a los mercados. Sin embargo, su relación con Trump es escasa, lo que podría reducir las posibilidades de ser elegido.
Christopher Waller es actualmente gobernador de la Reserva Federal y posee una sólida formación académica y experiencia en política monetaria. Su ventaja es que ya trabaja dentro del sistema de la Fed y conoce los procesos internos. Sin embargo, su perfil es más discreto y menos conocido públicamente, lo que podría restar atractivo a ojos de Trump.
Efecto dominó del aumento de los tipos a largo plazo en la economía estadounidense
Las preocupaciones del mercado respecto a Hassett no son infundadas. Si el presidente de la Fed es percibido como un nombramiento político, el mercado de bonos exigirá una prima de riesgo mayor. El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años es la referencia para el sistema financiero global, influyendo en el coste de financiación de hipotecas y préstamos empresariales. Si este rendimiento se dispara por expectativas de inflación o por pérdida de confianza en la política, toda la economía estadounidense se verá afectada.
El mercado hipotecario sería el primero en sufrir. El interés de las hipotecas a 30 años en EE. UU. suele situarse entre 150 y 200 puntos básicos por encima del bono a 10 años. Si el rendimiento a 10 años sube del actual 4,2% al 5,5%, los tipos hipotecarios pueden superar el 7%, lo que golpearía duramente al sector inmobiliario. Las cuotas mensuales de los consumidores se encarecerían, la demanda de vivienda caería y la construcción y sectores afines entrarían en recesión.
El coste de financiación de las empresas también crecería. La rentabilidad de los bonos corporativos estadounidenses está estrechamente vinculada al rendimiento de los bonos del Tesoro; si los tipos de referencia suben, el coste de endeudamiento empresarial aumentará, reduciendo beneficios e inversión. Este efecto contractivo es especialmente peligroso en una fase de recuperación económica, ya que puede llevar a la economía estadounidense a la estanflación o incluso a la recesión.
Para Trump, las elecciones legislativas de 2026 son una consideración clave. Si a principios de 2026 la economía se ralentiza por el aumento de los tipos, el paro sube, los precios de la vivienda caen y el consumo se resiente, estos factores impactarán directamente en el apoyo a los republicanos. Históricamente, el partido en el poder suele afrontar dificultades en las elecciones intermedias y, si la economía va mal, la desventaja será aún mayor. Por tanto, la advertencia de Wall Street es tanto una cuestión económica como una estrategia política.
Cualidades que espera el mercado en el presidente de la Reserva Federal
El reportaje de Gasparino revela lo que el mercado espera del próximo presidente de la Fed. Primero, credibilidad profesional: el candidato debe tener un sólido bagaje en política monetaria y prestigio académico, capaz de convencer al equipo de economistas internos de la Fed. Segundo, capacidad de comunicación con el mercado: cada palabra del presidente de la Fed es analizada por los mercados globales, por lo que debe transmitir claramente la intención de la política sin provocar volatilidad innecesaria.
En tercer lugar, independencia política, el punto más controvertido. El mercado espera que el presidente de la Fed tome decisiones basadas en datos económicos y no ceda ante la presión de la Casa Blanca. Sin embargo, la independencia total es difícil de conseguir en la práctica, ya que el presidente de la Fed es nominado por el presidente y confirmado por el Senado, por lo que el nombramiento es de por sí político. La clave está en si el nuevo presidente será capaz de mostrar suficiente criterio independiente tras asumir el cargo, y no limitarse a ejecutar la voluntad presidencial.
A la luz de estos criterios, las carencias de Hassett son evidentes. Aunque posee un doctorado en economía y experiencia en think tanks, su papel como asesor político de Trump compromete su independencia. Por el contrario, la experiencia de Warsh y Waller en la Reserva Federal les otorga mayor confianza tanto interna como en los mercados.