Con la llegada del invierno a Tokio, los inversores centran su atención en un nuevo experimento, conocido de forma irónica como el “DOGE japonés”. El martes 2 de diciembre, la ministra de Finanzas Satsuki Katayama anunció la puesta en marcha del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Este departamento tiene como objetivo revisar los subsidios y las políticas fiscales, realizando “ajustes precisos” en las finanzas públicas con un equipo reducido. Ante el nuevo paquete de deuda presentado por la primera ministra Sanae Takaichi, que supera los 10 billones de yenes, el mercado observa atentamente si este enfoque quirúrgico logrará aliviar la preocupación sobre el yen.
De acuerdo con el informe Japan Sets Up Own Version of DOGE to Cut Waste, el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental cuenta con solo 30 empleados. Este equipo revisará de forma sistemática los subsidios y las exenciones fiscales de largo plazo, y solicitará la opinión pública a través de la plataforma X. A diferencia de la iniciativa original de DOGE con un “enfoque drástico” promovida por Elon Musk en Washington, Katayama ha preferido un “enfoque preciso”, manteniendo las estructuras existentes y centrando los recortes en las redundancias.
La apuesta por la eficiencia de Katayama va más allá de una mera optimización administrativa: funciona como póliza de seguro para la agenda expansiva del gobierno de Takaichi. Según el plan de estímulo económico de la primera ministra Takaichi, la última ronda de gasto es la mayor desde la pandemia y ha elevado inmediatamente los rendimientos de los bonos a muy largo plazo. Los conservadores fiscales del Partido Liberal Democrático y la oposición del Japan Innovation Party exigen una “expansión responsable”. DOGE se ha convertido en un ejercicio de equilibrio: responde a la exigencia de reducir el despilfarro y, al mismo tiempo, abre espacio político para aumentar la deuda.
En la reunión inaugural, Satsuki Katayama subrayó:
“Dirigir los fondos a los sectores verdaderamente necesarios y eliminar el despilfarro es fundamental para mantener la confianza en la nación, la moneda y el mercado.”
Esta declaración pone en relieve la barrera psicológica que enfrenta el tipo de cambio del yen. En el último año, la moneda se ha alejado repetidamente de sus fundamentos, a medida que crecen las dudas de los inversores sobre la sostenibilidad fiscal de Japón. Al mismo tiempo, el gobierno muestra su disposición a nuevos activos, como la unificación del tipo impositivo sobre rentas de criptomonedas al 20 %. Según el informe Japan to Cut Crypto Tax Burden to 20% Uniform Rate, esta medida busca atraer capital Web3 de vuelta a Japón. Los analistas coinciden en que el impacto real de DOGE dependerá del presupuesto de 2026. Si los recortes resultan insuficientes, los mercados considerarán la iniciativa como “disciplina fiscal meramente simbólica”.
En términos estructurales, es improbable que DOGE provoque cambios drásticos como su equivalente estadounidense; más bien, parece un ejercicio de autopreservación burocrática. En los próximos 12 meses, Katayama deberá equilibrar la cautela con la determinación real de reducir costes. Para los tenedores de yenes y bonos del gobierno japonés, este periodo de vigilancia será una prueba de resistencia para la confianza: si el bisturí logra eliminar el despilfarro sin afectar la recuperación económica, se determinará si la reforma es una solución profunda o solo un parche temporal.
Mientras los fríos vientos recorren Tokio, la ciudad sigue esperando una respuesta. Pero DOGE ya ha realizado su primer corte.





