El índice Nikkei 225 alcanzó un nuevo máximo histórico después de 35 años, y detrás de esto se esconde una historia sobre paciencia y fe en la inversión.

Revisar los registros históricos revela lo cruel que puede ser: después de tocar techo en 1988, las acciones japonesas tardaron 14 años en tocar fondo en mediados de 2002, con una caída de hasta el 80,15%. Lo que es aún más duro es que la zona de fondo se mantuvo durante otros 11 años y medio, durante los cuales hubo varias reacciones alcistas, con aumentos a veces del 30-50%, pero cada vez siendo empujadas de nuevo a mínimos. Este tipo de vaivén puede destrozar la mentalidad de la mayoría de los inversores.

El punto de inflexión ocurrió en 2013. Las acciones japonesas comenzaron una nueva fase alcista, subiendo durante más de 5 años consecutivos. Luego, en los dos años de consolidación siguientes, ocurrió algo que cambió todo el panorama: Warren Buffett, con más de 90 años, anunció con gran pompa que apostaría por las acciones japonesas durante 50 años, y de hecho, viajó a Japón para convencer personalmente a los líderes de las cinco principales empresas comerciales japonesas de seguir la tendencia de las empresas estadounidenses y realizar grandes recompras de acciones.

Este movimiento tuvo un efecto inmediato. El índice Nikkei empezó a duplicarse, y en poco más de tres años Buffett obtuvo un retorno de más de 4 veces, además de seguir comprando más acciones.

Este es un ejemplo real de inversión en valor. Pero la cuestión real es: ¿quién puede, como Buffett, tener la paciencia de 35 años o incluso más, para esperar ese momento?