Down Under acaba de hacer historia, y no todo el mundo lo celebra. Los adolescentes australianos se conectaron a sus plataformas favoritas por última vez antes de que llegara el 10 de diciembre—el día en que todo cambió. Algunos publicaron despedidas sinceras. Otros simplemente desahogan, lamentando lo que sentía como perder una parte de sí mismos.
Para ellos, no eran solo aplicaciones. Eran donde vivían las amistades, donde florecía la creatividad, donde encontraban sus tribus. Años de recuerdos, bromas internas, pergaminos nocturnos, todo de repente interrumpido por una decisión gubernamental que ha provocado un intenso debate en todo el mundo.
La política pretende proteger a las mentes jóvenes del daño digital, pero los críticos argumentan que es excesiva. Mientras tanto, los adolescentes se ven obligados a navegar una realidad que sus padres nunca enfrentaron: ser la primera generación obligada a desconectarse por ley.
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Down Under acaba de hacer historia, y no todo el mundo lo celebra. Los adolescentes australianos se conectaron a sus plataformas favoritas por última vez antes de que llegara el 10 de diciembre—el día en que todo cambió. Algunos publicaron despedidas sinceras. Otros simplemente desahogan, lamentando lo que sentía como perder una parte de sí mismos.
Para ellos, no eran solo aplicaciones. Eran donde vivían las amistades, donde florecía la creatividad, donde encontraban sus tribus. Años de recuerdos, bromas internas, pergaminos nocturnos, todo de repente interrumpido por una decisión gubernamental que ha provocado un intenso debate en todo el mundo.
La política pretende proteger a las mentes jóvenes del daño digital, pero los críticos argumentan que es excesiva. Mientras tanto, los adolescentes se ven obligados a navegar una realidad que sus padres nunca enfrentaron: ser la primera generación obligada a desconectarse por ley.