El mes pasado estuve haciendo cortos de forma frenética y abrí 113 contratos de una sentada. ¿El resultado final? Gané en 99, perdí en 14, y el capital total se multiplicó por 5,3. En realidad podría haber llegado a 7 veces, pero me dio por meterme con monedas raras como pippin y lo fastidié...

Después de toda la experiencia, he notado varias cosas interesantes: al principio seleccionaba meticulosamente los activos, pero luego me di cuenta de que, eligiendo casi al azar, la rentabilidad no cambiaba mucho—siempre y cuando evites esas monedas con movimientos extraños. ¿El momento de entrar? En realidad no es tan misterioso, basta con evitar los periodos de subidas bruscas del mercado, echar un vistazo a las Bandas de Bollinger y fijarse en las mechas largas de las velas horarias.

Lo más surrealista es que en la simulación los beneficios fueron incluso mayores que en real. Coincidían los activos y los momentos de entrada, la única diferencia es que en real hacía muchas más compras y ventas parciales. ¿Qué significa esto? Que operar demasiado frecuentemente, en realidad, perjudica.

La clave es solo una: que en los primeros días no te liquiden la cuenta. De verdad, así de sencillo. Si te interesa, puedes probarlo tú mismo.