La familia Dell ha realizado recientemente una operación llamativa: inyectaron directamente 6.250 millones de dólares en las cuentas de inversión de 25 millones de niños estadounidenses. El motivo que esgrimieron es bastante interesante: cuando los niños pueden visualizar un futuro por el que merece la pena ahorrar, esa esperanza tangible actúa como catalizador.

No se trata simplemente de una donación caritativa. Desde la perspectiva de asignación de activos, es un experimento de inversión a largo plazo dirigido a la próxima generación. Cada cuenta infantil recibe una media de 250 dólares como capital inicial; aunque la cantidad individual no es enorme, una transferencia intergeneracional de riqueza a esta escala podría desencadenar un efecto dominó.

La clave está en el concepto de ese “futuro visible”. A muchos hogares no les falta la voluntad de ahorrar, sino el punto de apoyo motivacional. Cuando en la cuenta ya hay fondos iniciales, el efecto del “cuenta mental” hace que la gente esté más dispuesta a seguir aportando, en lugar de empezar a ahorrar desde cero. Este pequeño truco de la economía del comportamiento, ampliado a decenas de millones de personas, podría tener un efecto mucho mayor de lo esperado.

La frase que mencionan, “crear esperanza, oportunidades y prosperidad para las generaciones futuras”, suena grandilocuente, pero en esencia están poniendo a prueba una hipótesis: ¿puede una intervención financiera temprana cambiar la trayectoria económica de una generación? Si este dinero realmente logra que más familias participen en el ahorro y la inversión a largo plazo, el efecto multiplicador de esos 6.250 millones de dólares no será nada despreciable.