2025 terminó a duras penas, pero ya hay tres bombas de relojería que han empezado la cuenta atrás. Mucha gente sigue pendiente de las gráficas y las velas, sin darse cuenta de que las minas terrestres del sector financiero tradicional pueden volar el mercado entero en cualquier momento.
Empecemos por el viejo tema de la deuda estadounidense. En 1981, la deuda pública era de solo 1 billón y, aunque el interés estaba al 14%, el gobierno podía aguantarlo. ¿Y ahora? Con un volumen de 39 billones y bonos a 30 años con un interés del 4%, el Departamento del Tesoro ya no puede dormir—solo en intereses se queman 1,2 billones cada año, más que el gasto militar, ocupando el segundo puesto en el ranking de gastos.
La situación inmobiliaria es aún peor. ¿Todos recuerdan la crisis de las hipotecas subprime de 2008? La burbuja actual es aún mayor. A finales de 2024, el valor total del mercado inmobiliario estadounidense alcanzó los 50 billones, más del doble del máximo de 2006. El porcentaje de la vivienda en el patrimonio familiar ha subido del 23% al 28%. Antes, comprar una casa con el 30% de los ingresos era lo normal; ahora, necesitas ganar un 50% más que la renta mediana para atreverte a pedir una hipoteca. La presión va mucho más allá de lo que se puede llamar “grande”.
Lo de la IA ya es de otro nivel. Usando el modelo de diferencial de Wicksell, el tamaño de la mala asignación de capital ya supera con creces la de 2008, llegando al 60% del PIB. Muchas de las inversiones locas que nacieron en la era de los tipos bajos, ahora se ven como recursos mal empleados.
Si explotan las tres burbujas a la vez, ¿aguantará el mercado cripto? La clave estará en el ritmo de la ruptura, en cómo actúen los bancos centrales y en hasta dónde llegue el pánico. El gran reajuste de 2026 podría reescribir por completo las reglas del juego de la riqueza—tanto en las finanzas tradicionales como en el mundo cripto, nadie se escapa.
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2025 terminó a duras penas, pero ya hay tres bombas de relojería que han empezado la cuenta atrás. Mucha gente sigue pendiente de las gráficas y las velas, sin darse cuenta de que las minas terrestres del sector financiero tradicional pueden volar el mercado entero en cualquier momento.
Empecemos por el viejo tema de la deuda estadounidense. En 1981, la deuda pública era de solo 1 billón y, aunque el interés estaba al 14%, el gobierno podía aguantarlo. ¿Y ahora? Con un volumen de 39 billones y bonos a 30 años con un interés del 4%, el Departamento del Tesoro ya no puede dormir—solo en intereses se queman 1,2 billones cada año, más que el gasto militar, ocupando el segundo puesto en el ranking de gastos.
La situación inmobiliaria es aún peor. ¿Todos recuerdan la crisis de las hipotecas subprime de 2008? La burbuja actual es aún mayor. A finales de 2024, el valor total del mercado inmobiliario estadounidense alcanzó los 50 billones, más del doble del máximo de 2006. El porcentaje de la vivienda en el patrimonio familiar ha subido del 23% al 28%. Antes, comprar una casa con el 30% de los ingresos era lo normal; ahora, necesitas ganar un 50% más que la renta mediana para atreverte a pedir una hipoteca. La presión va mucho más allá de lo que se puede llamar “grande”.
Lo de la IA ya es de otro nivel. Usando el modelo de diferencial de Wicksell, el tamaño de la mala asignación de capital ya supera con creces la de 2008, llegando al 60% del PIB. Muchas de las inversiones locas que nacieron en la era de los tipos bajos, ahora se ven como recursos mal empleados.
Si explotan las tres burbujas a la vez, ¿aguantará el mercado cripto? La clave estará en el ritmo de la ruptura, en cómo actúen los bancos centrales y en hasta dónde llegue el pánico. El gran reajuste de 2026 podría reescribir por completo las reglas del juego de la riqueza—tanto en las finanzas tradicionales como en el mundo cripto, nadie se escapa.