Algo está cambiando en el mapa geopolítico de América Latina. Este año, al menos tres aspirantes presidenciales de Colombia, cuatro senadores y un ministro han viajado a China. ¿Coincidencia? Probablemente no.

La relación histórica entre Colombia y Estados Unidos viene perdiendo fuerza de forma acelerada. Mientras Washington se enfoca en otros frentes, Pekín aprovecha para estrechar lazos con actores políticos clave en Bogotá. No es solo diplomacia: estamos hablando de posibles realineamientos económicos que podrían redefinir flujos comerciales, acuerdos bilaterales y hasta posturas regulatorias.

Para quienes seguimos los mercados globales, este tipo de movimientos no son ruido de fondo. Son señales. Cambios en alianzas estratégicas suelen preceder ajustes en políticas económicas, y eso incluye cómo los gobiernos abordan tecnología, finanzas digitales y activos descentralizados.

Latinoamérica sigue siendo un tablero en disputa. Y cada visita cuenta.