La actual locura del mercado de valores se siente como un regreso a la era de las puntocom, pero más fuerte. Los volúmenes de negociación están aumentando, los inversores minoristas están entrando en masa y la euforia refleja esa vibra de finales de los 90 cuando las valoraciones se separaron de los fundamentos. La historia no se repite, pero ciertamente rima—y este eco suena familiar.